Hacía casi 20 años que no pasaba por Támara de Campos y un reciente viaje a Cantabria me dio la excusa para desviarme y disfrutar un rato. En Palencia, en mitad de la Tierra de Campos, hay un pueblo un poco olvidado (desde que el Camino de Santiago quedó unos kilómetros al norte) que es una auténtica delicia para los sentidos. Llegas por la carretera y, de repente, te sorprende la majestuosa silueta de la Iglesia de San Hipólito el Real elevándose sobre las casas del pueblo. Ahí, prácticamente en mitad de la nada, en esa mitad donde se empezó a decidir la Historia de España con el nacimiento del Reino de Castilla y León. La Iglesia de San Hipólito el Real se remonta al s. XIV aunque tuvo añadidos durante los siglos XV y XVIII. Podéis encontrar bastante información en internet (también hay un artículo de la Wikipedia al respecto). A mí, ya en la primera ocasión que la vi, me sorprendió su espectacular escala (más aún por el lugar donde está) y lo impresionante de sus altas naves de piedras calizas. Tiene una fantástica pila bautismal gótica y un retablo barroco magnífico… pero lo que siempre me ha cautivado es su coro suspendido y la situación del órgano (colocado ahí para mejorar la acústica). Un disfrute para los sentidos. Si pasáis por allí cerca no dudéis en asomaros. Merece la pena.